samedi, août 05, 2006

En el puente

Y bueno, obviamente cruzó el puente, cómo no habría de cruzarlo si para eso cada adoquin avanzaba un poco más que el anterior hasta la otra orilla, mientras yo me quedaba a este lado del río viendo sin remedio como se alejaba la encarnación de una historia... mi historia, y más que una historia, un santuario.

De ahí, seguí varios caminos, acompañado por la soledad de cada grano de arena en unas dunas que nacen del mar y se pierden en un bosque de pinos.
Encerrado por horas en una tumba con los aceros de las cerraduras destrozados por un siglo de óxido, con los goznes desvencijados y los vitrales densos con el polvo de los años y una cripta iluminada con los fatuos fuegos de los muertos olvidados hace tanto por una familia que partió de este país hace ya demasiados años como para que hayan flores en los maseteros de aquel mausoleo, cuyos muertos hace tiempo dejaron de pensar en sus deudos, y queman sus horas en largas rememoranzas de los tiempos en que eran de carne, y de la suerte que tuvieron de morir después de aquella tragedía de cadáveres flotando en la lluvia, y deseos de buena fortuna a su descendencia, que el viento se encarga de llevar a un destino que dejó de existir hace ya varios años en fincas quebradas por mala administración en la pampa argentina, y por confiar en quien no debían en inverciones en Portugal.
Mis pasos me llevaron donde un niño se columpia sobre la ciudad, en una suerte de trampolín que se proyecta desde un morro en algúno de los cerros que rodean la ciudad, a más metros de altura del que ese niño jamás podrá contar con sus manos.
Estuve frente a unas casas que si no hubiesen nacido del maravilloso hecho de haber solidificado una ráfaga de viento, ya estaría flotando más allá del horizonte, pero resisten el paso de su padre ladeandose en ángulos formidables, con una puerta que casi no se cierra por quedar de frente al piso.
Vagué por un camino que le ganó terreno al vacío del acantilado, en donde las almas de los que murieron en ese lugar, famoso por los suicidas, rezan a una gruta sin santo una salvación que no llegará jamás, arrodillados llenan la senda, cada vez mas decrepitos y destruidos por el paso de los años en su mundo de muertos, a punto de morir de nuevo de puro agotamiento de elevar sus súplicas a una gruta que se las devuelve como eco, llenando el espacio con aquel rumor que se confunde con las olas.
Probé el amor fugaz de una desconocida en una gran roca rodeado de un furioso oceano nocturno, sin nombre ni edad, ni pasado ni futuro, sólo existió en ese húmedo y salado presente, capturado en el sudor de su piel, que se trasladaba al aire que nos envolvía mientras las olas reventaban y la luz de la autoridad aparecía en la costa sin vernos.
Hundí mi cuerpo en las burbujas de un alcohol sin sabor y sin sueños de ebrio, al contrario, los sueños se materializaban en torno a mi, tal desbarajuste ocacionó, que una pareja que bailaba cerca de la barra, casi tropieza con unas pelotas traslúcidas que había estado soñando, mientras veía las burbujas de mi trago, lo que estuvo a punto de despertar la quimera que no me dejaba salir del laberinto que me encerraba cada noche para no dejarme llegar al puente aquel. Cuando estaba a punto de despuntar el alba, y había perdido ya a la mitad de la gente que se encontraba en aquel lugar en los rincones de mi laberinto, dos personas cayeron al agua por acercarse demasiado al borde del punte que al fin apareció tras un par de grifos de piedra que rugían de pereza cuando el sol los tocó.

De igual forma el puente no lo alcanzé a cruzar. Jamás cruzé, ya no sabía si por inseguridad resentimiento o miedo. Quizás un temido acostumbramiento a la nostalgia de la distancia sumado a una idealización del pasado perdido, aunque no era necesario idealizar nada.

Hace tiempo me alejé del puente, aunque jamás lo pierdo de vista, está suficientemente lejos como para haber llenado los vacíos de una ausencia obligada, esquivando las trampas de la nostalgia y enfrentando el olvido de las lágrimas que jamás llegaron, y que ya no llegarán.

No quiero pensar por que volví a notar que ahí está, no por lo que lo cruzó hace ya tantos años atrás, si no por lo que siento ahora que está en él...

8 commentaires:

Anonyme a dit…

yo creo que todos tenemos algun puente en la vida k no queremos regresar o no quisimos cruzar nunca que puden ser lugares o recuerdos miedos ect ... que no queremos enfrentar o volver a ver o tal vez si .....

pd:me gusto las fotografias

Anonyme a dit…

Uf, tengo a la vista la colección de puentes que elegí no cruzar, más la mezcla de certezas y dudas sobre las elecciones tomadas; ya no hay vuelta atrás, al menos cruzé algunos puentes y al menos...sé que habrán más.

Unknown a dit…

Hola, Bogus.

Me acordé de un grabado que vi en un libro cuando chico. Salían un niño, un adolecente, un adulto y un anciando cruzando un puente. Eran atacados por esqueletos con ballestas y piedras por todos lados. El niño en la entrada y así hasta el anciano, que se topaba con que en la mitad, el puente estaba cortado...

Unknown a dit…

PS: Te robé las fases de la luna para mi blog de sueños :P

Anonyme a dit…

Por qué tanto miedo en cruzar un puente? No has pensado que talvez lo que hay en el otro lado sea mejor?
Yo crucé mi puente, uno de varios, y me alejé de todo lo que me aburría, me estorbaba y me dañaba.

El otro lado es mucho mejor, te lo juro.

Unknown a dit…

Incluso si no es mejor, si no cruzamos, tendremos siempre la duda.

Bogus! a dit…

Absolutamente nadie habla de cruzar uno mismo el puente, trata mas bien de cuales son los puentes que otros cruzan... y en como se relaciona eso con uno. Si es que se relaciona.

Cómo sea, haciendo el alcanze con los conocidos fraseos de telepronter en pantalla pública, de los programas de televisión "Cualquier alcanze con la realidad es sólo coincidencia"

Felicitaciones a los que tengan puentes que hayan decidido cruzar...

Anonyme a dit…

"Le corps plus attrayant est généralement le corps du Péché"

et combien de fois dans la vie on paye pour vouloir l'emotion simple de partager des corps sans pecher, dans une innocence absolue que n'est jamais acceptee et toujours jugee par la foule avide et morbose.