jeudi, février 16, 2006

CandyMan para el bajón

Bueno, estos días varias amigas han estado algo achacadas por distintas cosas, y vagando por la red encontré algo muy gracioso. Ya se que no es del estilo del blog, pero da igual, es mi blog y subo lo que se me venga en gana.

Chico rubio bailando y cantando The Candyman de Aqua... no pude no morir de risa cuando lo vi...

Bueno, así que aquí está para que los distraidos que llegen aquí se rian un rato como yo, igual tiene ritmo el niño jejeje Y cuando se pone a cantar wajajajajaja!! Es lo mejor ! jajja


lundi, février 06, 2006

O X en Colores


No todos los juegos son peligrosos, pero es cosa común que los más riesgosos son los que más despiertan nuestro interés.
La razón, básicamente son juegos que no reconocen un esquema...

Un hombre de traje gris, cabello prematuramente canoso y algunas arrugas en su rostro que debieron estar ahí recién dentro de unos quince años más, salió de su gris departamento de hormigón y muebles prefabricados de Home Store camino al trabajo.
Fuera, el tráfico pululaba en las calles de una enorme ciudad de acero y cristal, los automóviles a corta distancia uno de otro dejaban escapar a la suave luz matinal sus vapores que acentuaban la luz azulada que cubría las calles, mientras unas manadas de transeuntes, todos iguales, caminaban con la misma dirección que aquel hombre de gris del que comentamos aquí. No iban exactamente al mismo lugar, pero iban a su trabajo, que para el caso particular de este relato, da igual que trabajo sea, todas estas personas trabajaban en lo mismo. Una vez que, habiendo estados unos estandares minutos en el metro, de pie todos en la misma posición, con las piernas semi abiertas y una mano levantada agarrandose de un fierro en la parte superior para que las personas no se callesen cuando el metro se detenía, cosa bastante difícil dada la cantidad de gente que había adentro, como si estuviesen enlatados en ese gran contenedor de metal, pues no había lugar donde caerse. Todo era como debía ser, las personas de pie en aquella programada posición iban cual ovejas a su trabajo en un edificio de acero, hormigón y cristal, vistiendo todos un traje gris.
La maraña de gente bajó de aquella lata y caminaron todos juntos al mismo ritmo hacia uno de los lugares que más detestaban, el lugar donde todo el día, tras un escritorio, sentados como es de suponerse que estaban sentados, escribiendo en un computador o leyendo interminables folios con más y más información que a nadie realmente le interesaría, a menos que le pagasen para leerla.
Todo lo que pasó en el día de aquel hombre es tal cual como cualquier lector podía imaginar que fue, y el día anterior ya ese fue igual, y el anterior a ese fue igual. Y el día siguiente también sería igual, igual que el siguiente a ese y todos los siguientes a ese hasta que un día la compañía n necesitase mas de sus servicios por obsoleto o por jubilación, y se retiraría a una apacible y cómoda vida de anciano en donde al mirar hacia atrás no quedan momentos dignos de recordar, solo una gran extención de un esquema repetido innumerables veces.
Incluso el día de su muerte fue así, encerrado en un cajón esquematico, con todos los estandares rigurosamente guardados en un funeral que compete a un padre, esposo, trabajador, procurado por los seres mas cercanos. Vistiendo un traje gris como el que vistió durante toda su vida. Pero no podría ser distinto, pues su muerte esquematica y su funeral esquematico partieron con una existencia exquematica y estandar desde pequeño. Como su graduación de enseñanza básica, que fue todo lo que podría esperarse de su graduación. La misma graduación que tuvo su hijo sólo un año antes, con los mismos colores, los mismos discursos, las mismas caras de un acalorado aburrimiento, en donde las mentes de todos los presentes van sumergiendose en un sopor difícil de aliviar hasta que la tortura termina, para inmediatamente olvidar las eventualidades programadas, al igual que en su funeral, en donde nadie, a una semana del evento, podría decir a ciencia cierta si ese día había algo de particular con respecto a cualquier otro día. Pasa con los funerales exactamente igual que con cumpleaños, nacimientos e incluso matrimonios, en donde el novio y la novia siguen un ritual establecdio hace dos mil años, sin cambios significativos, lo que hacen que el esquema de matrimonio sea recordado por todos, y cualquiera pueda relatar el matrimonio de cualquiera, sin estar demasiado lejos de la verdad, pues en general, todos son básicamente la misma repetición estandar una y otra vez.
Incluso los desmadres que el destino pueda preparar, saliendose un poco de la apretada agenda de convenciones que aquel hombre usa para diriguir su vida cómoda, segura y limpia, son rápidamente absorvidos y censurados como "cosas que se prefieren olvidar".

En un lugar donde la mayoría de la gente tiene algo así, como no sentirse atraido por los juegos en donde las endorfinas se liberan, donde la adrenalina nos embriaga como una droga nublandonos el pensamiento y lanzandonos a abismos o elevandonos sobre las nubes.

Nada que quiera olvidar! Todo que recordar!
Prefiero el juego, ensuciando el mundo, actualmente gris, de cientos de colores.


La fotografía.
Campaña "Diesel" Otoño/Invierno 2005

mercredi, février 01, 2006

Peccata Capitalia



La humanidad es los siete pecados capitales y su lucha o vencimiento o más generalmente fracaso. Sin su glosa, no habría arte: holgarían el teatro, la novela, el pincel de los artistas... Los pecados capitales trepan sobre el perfil del hombre, como hace la vid sobre la estaca. ¡Los pecados capitales tienen dificilísimo remedio! Por que quizás nadie quiere remediarlos. Por qué habríamos de hacerlo? Oh! Ya recuerdo... para salvarnos!



Se la retrata en su gordura crasa, recostada sobre el fruto del trabajo de los hombres. En ocasiones, puede ser descanso bien ganado, después de arduo trabajo. Hay una pereza buena y una mala. Aunque, para qué engañarnos, predomina la peor, que el es aguijón en negativo del noble y desgraciado impulso que recibió Adán en el Edén. ¡La pereza es, en realidad, una blasfemia!

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Desde que el hombre se levantó sobre sus patas, tiende a resaltar su fatuidad engalanándose. Las medallas, sobre todo las falsamente merecidas -algunos aseguran que son la mayoría-, dicen las malas lenguas que se inventaron para subrayar esta característica jocosa. Soberbia, no se olvide, es el impenitente pecado de los otros.

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La avaricia rompe el saco, confunde y aleja la verdadera perspectiva y, al final, deja a sus esclavos igualmente pobres. Porque pobre, sin solución y sin remedio, es el avariento. ¡Una luna de muerte gravita sobre quien se pasa la noche contando las monedas!

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La lujuria tiende a no censurarse demasiado. Doctores tiene el pueblo que así lo dictaminan. También se debe asegurar su tangente perfil con lo ridículo, su acusada iconografía charcutera y la necesidad, casi física, de que venga el demonio de las consejas de la abuela a pinchar con su tridente las carnes pecadoras. La lujuria -esto no habrá quien nos lo niegue- también es atentado contra los puntos cardinales.

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La ira acontece de repente, muchas veces fraguada en el horno encendido, aunque sin llama, del corazón largamente atribulado. Tiene, cuando finaliza, un algo de perplejidad contemplando los destrozos que, en no raras ocasiones, trazan su frontera con el crimen, en su acepción de muerte de hombres. Hay ira santa, pero son las menos.

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La gula es atavismo de la bestia antes de que ésta recibiera la luz de la razón. También es la vanguardia en falanges ordenadas del demonio, el enemigo tradicional del hombre. Es vicio pobre y tiene aire de pueblo miserable, de fétida taberna, de casa vieja y rancia. No es inclinación gallarda, y hace trabajar la maquinaria entre vapores.

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La envidia jamás tiene reposo y es alacrán que, con su picada, engorda la lengua de quien padece semejante lacra. Es el vicio menos susceptible de contarse. Cuenta el rumor que lo inventaron en España, donde arraigó -insisten- de por vida. La envidia vuelve enjutas las facciones y, bajo la húmeda umbría de su manto, cría hongos y venenosas sabandijas. ¡El envidioso llama a voces a la parca!

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Lorenzo de Goñi, uno de los dibujantes más importantes de la españa del siglo pasado hace estos dibujos. Una visión muy personal de los siete pecados capitales. Claro que, una visión echa por un español siempre será una visión bastante cargada al moralista lado cristiano.

No es que me molesten los cristianos, sólo esa ridicula y simplista idea de reducirlo todo a lo bueno y lo malo. Lo bueno es lo que su iglesia acepta como parte del ser humano virtuoso que merece llegar a Dios. Y lo malo es todo aquello detestable que hace que el ser humano se condene y arda en el infierno por toda la eternidad.

Lamentablemente en dos mil años han inventado suficientes historias, cada una mas entretenida y fantástica que la anterior, para sostener sobre sus altares a hombres que, como se ha dicho junto a las siete hermosas pecadoras de las entradas anteriores, castraron su humanidad por una virtud inventada por una iglesia cada vez menos confiable.

Es esa virtud que han defendido, la misma que defendió las sangrientas y despiedadas cacerías de brujas bajo el yugo de la Santísima Inquisición, las masacres de las Cruzadas, los azotes a los pueblos protestantes, y la aniquilación de culturas milenarias en las conquistas americanas, dicho sea de paso, uno de los crímenes mas espantosos según mi criterio, el destruir una cultura. En el nombre de Dios se han cometido crímenes espantosos durante dos mil años, entonces no es de extrañar que cuando llega un cristiano a hablar del pecado, no puedo si no pensar en la cantidad inmensa de años que el hombre vivió sin ese peculiar invento, que lo lleva inexorablemente a la condenación eterna. Invento de hombres, no de Dioses por cierto.

Básicamente el mundo no es blanco y negro. Es de colores, y adoro que existan los matices. El "punto de vista" le ha dado un respiro al intelecto y al sentido de la estética de los hombres estos últimos años.

Aunque aprecio el esfuerzo del señor Goñi, prefiero quedarme con la visión de las pecadoras. No con una imagen del pecado prohibido y terrible, si no como una forma natural del hombre de llegar a un estado de pasión o deseo. Dos de las cosas que aún en este momento, nos recuerdan que estamos vivos...

- - - Fin ciclo Peccata Capitalia - - -